Tras un ascenso meteórico desde que se pasó a Morena, Martí Batres pasó de ser un simple porro, a dirigir el partido que hoy tiene la mayoría en el país y a presidir por un año el Senado de la República.
Quizá por ello el ex porro de la UNAM se engolosinó y, acostumbrado a los chantajes y amenazas, desafió a su coordinador Ricardo Monreal en su intento por reelegirse para otro año más en el mismo puesto.
En esa sinergia porril, magnificada por tener el apoyo del ala radical de su partido, Batres desafió a su coordinador en el Senado y se encontró con la horma de su zapato, pues el experimentado zacatecano se lo engulló enterito.
Desde septiembre del año pasado, Martí sabía que le habían concedido solamente un año al frente de la Mesa Directiva de la Cámara Alta, pero el ex integrante del CEU universitario quiso jugar a las vencidas con su coordinador e intentó repetir en el cargo.
Antes de apalearlo, Monreal le había corrido la cortesía de avisarle que en su lugar iba a proponer a una mujer; le dio chance de que se bajara por su voluntad y negociara una buena posición en el grupo, para que no se expusiera a sufrir una aplastante derrota.
Pero Martí no escuchó y, como el ambicioso vulgar que es, insistió en iniciar una guerra interna, pues se sentía apoyado por la nomenclatura que en Morena encabeza la presidenta Yeidkol Polenvsky, que odia con odio jarocho al coordinador de su bancada en el Senado.
Y es que Martí ya había cabildeado su reelección al interior del grupo parlamentario de su partido, y seguro estaba de obtener los votos necesarios que le permitirían reelegirse en el cargo por al menos otro año más, sin importar lo que el de Zacatecas dijera.
Ya se veía junto al presidente de la República, desde el balcón de Palacio Nacional, dando el grito la noche del 15 de septiembre, y un día después observando el desfile militar en el mismo sitio, como representante del Senado.
Pues nada de eso se le concedió porque fue el único que no entendió que cuando llegó a la curul el año pasado, Monreal ideó una estrategia para entretenerlo un rato en la Mesa Directiva, mientras él se tejía con la oposición y se apoderaba de la fracción morena.
Por eso cuando el mes pasado llegó la hora de la votación interna para elegir al presidente de la Mesa, su coordinador le aplicó el truco de incluir en el proceso a los integrantes de la fracción aliada del PES, con lo que se juntaron los votos suficientes para dejarlo fuera.
No contaba con esa jugada y se le pasó cabildear con los pesistas; sólo lo había hecho con el PT, que de por sí eran sus aliados.
Aunado a ello, Monreal propuso a una mujer, Mónica Fernández, que además es paisana precisamente del presidente de México, con lo que le conectó al ex ceuísta el primer recto al rostro.
Anticipando que Martí reaccionaría con las tripas, el de Zacatecas lo dejó que se soltara todo su veneno en su contra y en contra de sus propios compañeros de bancada, con lo que ese mismo día cavó su tumba.
En medio del ardor producido por la derrota, Batres acusó a sus compañeros de haberse dejado sobornar con cañonazos de dinero de parte de su coordinador, a quien calificó como un político acomplejado, y lo acusó de ser un factor de división al interior de Morena.
Al final quien exhibió todos sus complejos y quedó como factor de división fue el propio Batres, que sufrió un revés más cuando los coordinadores de las demás fracciones hicieron público su apoyo a Fernández como nueva presidenta del Senado.
En lugar de pedir esquina y tratar de rescatar algo de lo perdido para sumarse a los ganadores, Martí fue a lloriquar a la Comisión Nacional de Honor y Justicia de Morena, órgano al que pidió anular la elección interna del grupo parlamentario.
Tras unos días de reflexión, la Comisión dominada por la nomenclatura morena, enemiga de Monreal, dictaminó que la elección interna para la presidencia de la Mesa Directiva del Senado había sido ilegal y ordenó su reposición.
Como sabía que si se presentaba de nuevo a una elección interna iba a ser barrido por completo, Batres dijo que se retiraba de la contienda, pero que le bastaba haber obtenido la “victoria moral” que le daba su partido.
Por supuesto que la resolución partidaria de repetir la elección fue bateada por los senadores de todas las fracciones, e incluso el propio Monreal y la tabasqueña Fernández impugnaron ese dictamen ante el Tribuna Electora del Poder Judicial de la Federación.
El tiro estaba cantado y el zacatecano no iba a permitir que su enemigo obtuviera una salida digna y que el resto de los legisladores quedaran en entredicho.
Entonces le dio la puntilla a su débil enemigo, al que no dejó parar del suelo.
Los magistrados electorales rechazaron por unanimidad el dictamen emitido por Morena en contra del proceso interno de su bancada en el Senado, por la sencilla razón de que ningún partido puede meterse en las decisiones internas del Poder Legislativo.
Algo básico que cualquier abogado novato puedo prever, peor no Batres, quien se siente abogado por haber obtenido su título en una escuela patito de la Del Valle, pues en la UNAM fue echado por fósil.
De un plumazo el TEPJF le quitó a Martí su “victoria moral”, cambiándosela por una derrota monumental, pero el ex ceuísta todavía escribió en su twitter que los magistrados no habían entrado al fondo del asunto, por lo que había ganado.
Amargura vil…
Si en serio se siente vencedor, a estas alturas debió hacer ya cuentas de lo que según él ganó, porque ya no tiene la presidencia de la Mesa Directiva y es menos que un senador raso, pues ni siquiera una comisión preside.
Además de mal perdedor, Batres quedó marcado como un pésimo compañero de bancada al que no se podría confiar ni una pluma, porque con esa misma te apuñala.
De presidir el Senado pasó a ser un apestado que no sólo es mal visto en la Cámara Alta por todas las fracciones, sino que también desde el gobierno federal recibe las malas vibras, ya que puso en peligro la operación legislativa a las iniciativas importantes de El Peje.
Incluso se convirtió en alguien incómodo para quienes eran sus aliados, pues en caso de que continúen a su lado, igual pueden ser relegados en las decisiones importantes, o algo peor para ellos: de las jugosas prerrogativas.
Batres se quiso pones con Sansón a las patadas y fue pateado; o más claro: quiso ir por lana y salió trasquilado.