Trabajadores extraordinarios

La mujer que no conoce los fines de semana

Rosa María Pontazar elabora la síntesis informativa a los diputados. Su ritmo de trabajo la ha obligado a no descansar el fin de semana en los últimos 12 años; sin embargo, no se arrepiente

La última vez que Rosa María Pontazar durmió toda la noche fue hace 18 años. Esa tarde visitó a su hermana para contarle que tenía un nuevo trabajo en lo que entonces era la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Se quedó dormida profundamente por 12 horas, como si su cuerpo supiera en ese momento que nunca más volvería a dormir en las noches.

Estudiaba el cuarto semestre en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, cuando Rosa María entró a trabajar por las mañanas para costear los gastos de la escuela. El trabajo era en una una prestadora de servicios fotográficos para el gobierno. El sueldo era suficiente para pagar la colegiatura y los pasajes.

La empresa vendía fotos a las dependencias del gobierno federal. Todavía era la época de los gobiernos priistas y había trabajo de sobra en esta empresa. Sin embargo, comenzaba el temor de que pudiera venir el cambio y la oposición ganara las elecciones federales.

Mientras eso ocurría, Rosa María hacía su trabajo. Gran parte de su labor era con la gente de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat); a la dependencia iba a recoger los rollos fotográficos y regresaba el material ya impreso, con todas las especificaciones que la dependencia solicitara.

Finalmente llegaron las elecciones del 2000 y Vicente Fox fue electo Presidente de la República. Rosa María sintió que el mundo se le venía encima.

“Nos íbamos a quedar sin empleo. Estaba segura que mi jefa ya no iba a tener los mismos clientes, porque así pasa en cada cambio de gobierno. ¡Y qué pensar!, pues esto era el PAN. Algo increíble para México”, recuerda Pontazar.

“Yo trabajaba en esta prestadora de servicios, y ahí podía dormir, aunque pagaba renta no era tanta la cantidad. El dinero que ganaba lo destinaba a la escuela, a comer, a los pasajes y les ayudaba a mis padres con algo”, añade la mujer.

La alternancia del gobierno federal cimbró el pequeño mundo de Rosa María, quien decidió darle un giro total a su vida y aceptó un trabajo que implicaba empezar a las tres de la mañana y dejar de dormir de noche.

Su horario de trabajo solo le permite hacer ciertas cosas durante el día. La entrevista con RS se realizó a la medianoche de un miércoles, horas antes de que empezara su jornada laboral en Congreso local. En medio del frío de la madrugada, caminamos por las calles del Centro Histórico, mientras hablaba del cambio de trabajo y el impacto que tuvo en su vida.

El año de las elecciones, su compañero de escuela Fernando Macías, le ofreció un puesto en la dependencia, él trabajaba en el área de síntesis. Cuando le comentó de la vacante, todavía no ocurría el cambio de gobierno y los priistas seguían en el gobierno. En ese momento se negó, aunque después se arrepintió

“Cuando gana Fox, lo primero que pensé fue chín, y ahora cómo voy a pagar la escuela”, rememora.

Apenada, le pidió a su amigo el trabajo que le había ofrecido. Él le respondió: “Te dije, pues déjame ver, porque ya había quedado con otra persona para el lugar”.

Sin embargo, la otra persona no pudo quedarse con el puesto; su padre murió y decidió declinar la oferta.

“Lo que es para ti, pues es para ti. Ya tienes trabajo, es por la noche”, le dijo Fernando al darle la noticia de que tenía un nuevo empleo.

Rosa María renunció a su empleo en la empresa fotográfica y agradeció a su jefa por los casi 10 años de trabajo y aprendizaje que tuvo a su lado. Dos días antes de entrar a su nuevo empleo visitó a su hermana y durmió en su casa.

El lunes siguiente, salió de la escuela a las 10 de la noche y se fue a su casa a cenar algo y cambiarse. Más tarde salió a buscar un taxi que la llevara de la colonia Anzures al número 8 de la calle Donceles, en el centro de la ciudad.

Antes de las tres de la mañana, Rosa María tocó la puerta y espero que le abrieran. Pasó a las oficinas y nadie le indicaba cuáles serían sus funciones, qué tenía que hacer. Pasaron diez o 15 minutos, o una eternidad para quien a esas horas se encontraba bajo las cobijas antes de que llegaran sus compañeros.

Fernando, que en ese momento era el subdirector de Síntesis llegó hasta las 5 de la mañana ; a esa hora le explicó sus funciones.

“Pensé que era muy fácil, que solo eran recortar el periódico y pegar. No, no, no. Es todo un gran chiste”, asegura.

Así comenzó su vida de madrugada. A partir de ese día no volvió a dormir toda la noche, pero tampoco descansaba los dos días que están marcados en la Ley Federal del Trabajo. Al principio le daban descanso cada 15 días, pero conforme pasaron los años y adquirió más responsabilidades, eso se terminó

“Cuando me di cuenta ya habían pasado algunos años seis. A Fernando lo corrieron, no sé por qué. Llegó un nuevo jefe. Yo me acerqué a él y le pedí que me explicara toda la ‘ciencia’ que tenía ordenar la carpeta de síntesis. No se negó”, recuerda la mujer.

Hace 12 años de ese momento. A partir de entonces se ha hecho cargo del área, por lo que ya no puede dejar su trabajo ni un día. Desde el momento que adquirió más responsabilidades se olvidó de lo que es descansar el fin de semana o dos días, cualquier día.

Logró que en la dependencia le dieran una base, tiene prestaciones y un sueldo decoroso, pero no sabe lo que es levantarse y no tener que pensar en su trabajo. Ahora es más difícil, porque tiene una hija de un año a la que solo ve en el día.

Por la noche, mientras la pequeña duerme, Rosa María se va a trabajar. A las 3 de la mañana espera pacientemente a que comiencen a llegar los periódicos para hacer la revisión de las notas, cortar lo que interesa a los diputados locales y armar el cuadernillo que se les enviará a primera hora de la mañana por Whatsapp.

A pesar de las condiciones en las que labora, asegura que está contenta con lo que hace y no se ve haciendo otra cosa que no sea este trabajo, aunque ello implique vivir en un horario distinto al resto de los capitalinos y no descansar ningún día de la semana.

¿Qué cambiarías, entonces, de tu trabajo?, -se le pregunta

“Mmm, es buena pregunta. Creo que la actitud de los compañeros hombres. A veces son un poco hostiles, que no me vieran cómo ven, hay cierta agresión, pero, bueno a pesar de todo, estoy bien”.

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