Quincena futbolera

¿Una Selección de naturalizados?

El siglo pasado, la nacionalidad era uno de los valores más preciados por el ser humano. Pertenecer a una nación era lo máximo, pues se amaba la patria, la bandera, el himno, el suelo que se heredaba de los padres: “Mi México querido/qué linda es mi bandera/si alguno la mancilla/le parto el corazón”, decía la letra de Pedro Galindo escrita en 1942. Sin embargo,  primero con el final de la Guerra Fría cuando muchos países europeos y algunos asiáticos se desmembraron de la extinta URSS y Yugoslavia; y segundo, con el proceso de globalización, el concepto de nacionalidad adquirió otras connotaciones. Entró en juego la conveniencia y muchas veces pervivencia de la persona y esto generó para bien o para mal, el concepto de la doble nacionalidad o sencillamente el cambio de nacionalidad.

En el fútbol, esto se hizo muy común y se empezó a notar más con el inmenso caudal de extranjeros que han llegado a nuestro balompié que al naturalizarse les permitiría alinear como mexicanos y si tenían cualidades por encima de las normales ¿por qué no?, jugar en la misma escuadra nacional.

El primer nacionalizado que llegó a la Selección fue Carlos “Charro” Lara, un argentino procedente del River Plate que vino al futbol mexicano en 1956 para el Zacatepec y fue campeón goleador en las temporadas 1957-58, 1960-61 y 1961-62, esto apantalló a los directivos y lo incorporaron el Tricolor donde jugó los dos partidos de repechaje que la FIFA nos hizo jugar contra Paraguay al que eliminamos, pero el “Charro” no pudo viajar al Mundial de Chile en 1962, debido a que una lesión se lo impidió.

Dos décadas después, concretamente hacia 1985, en un hecho que se supo hace poco, el técnico nacional Bora Milutinovic había apalabrado a los argentinos Daniel Alberto Brailovsky y Héctor Miguel Zelada para nacionalizarlos mexicanos y que jugaran el en Mundial de 1986, sólo que el terremoto del 19 de septiembre de 1985 hizo que Brailovsky se fuera del país y de Zelada habría que investigar qué sucedió.

Pasaron muchos años cuando el 12 de septiembre de 2001 el delantero argentino del Pachuca Gabriel Caballero anunciaba que se nacionalizaría mexicano porque amaba al país y sus hijos eran mexicanos, lo cual concretó en diciembre de ese año y el 6 de marzo de 2002 se armaba tremenda controversia cuando el técnico Javier Aguirre lo llamaba a la Selección para un juego contra Albania y no solo eso, sino que fue llevado al Mundial de Corea-Japón de ese año y alineó.

Los siguientes naturalizados en arribar al Tricolor eran Antonio Naelson Matíans mejor conocido como Sinha y el Guille Franco, ambos convocados por Ricardo Antonio Lavolpe para representar a la escuadra azteca en el Mundial de Alemania 2006. Sinha era un brasileño quien tuvo un destacado encuentro contra Irán en dicha Copa del Mundo, cuando México iba empatado a uno con el país asiático y luego de aprovechar un error en el despeje del portero Ebrahim Mirzapour aunado a una desconcentración de la defensa, tomó el balón y en lugar de tirar, filtró de manera perfecta la pelota a Omar Bravo, quien fusiló al arquero y más tarde, el mismo Sinha remató  de cabeza certeramente un centro que le llegó desde la derecha. Guille Franco era un argentino que también se vistió de charro, y que trascendió del Mundial de Alemania a la Copa del Mundo de Sudáfrica en 2010, cuando otra tremenda polémica se armó en torno al técnico Javier Aguirre, quien lo prefirió en el eje del ataque mexicano, en el momento en que Javier “Chicharito” Hernández estaba en la cima de su carrera.

Lo anterior viene a cuento por las recientes declaraciones de este mes de octubre que fenece, del argentino santista Julio César Furch, el español cruzazulino Edgar Méndez y el también hispano de Pumas, Alejandro Arribas, quienes han hecho expresa su intención de querer nacionalizarse mexicanos para llegar al Tricolor que disputará un lugar para el Mundial de Qatar 2022 y lejos esta columna de cuestionar la honesta intención de adoptar los colores verde, blanco y rojo en el corazón de ellos, así como de los mencionados en la historia relatada líneas arriba, habría que valorar si en estos momentos de grave extranjerización del balompié nacional, efectivamente se va a tener que echar mano de elementos foráneos que adquieran su carta de naturalización, porque el panorama se ve borrascoso ante este galimatías en que nos han introducido nuestros directivos al saturar de foráneos y taponar el acceso de elementos mexicanos valiosos –que los hay, sólo que debe dárseles la oportunidad-, en aras de un cortoplacismo que ha ido en detrimento en última instancia de la selección azteca. Los siguientes dos años serán decisivos para saber si Hirving Lozano, Erick Gutierrez, Roberto Alvarado, Diego Lainez, Víctor Guzmán, Henry Martín, Jesús Angulo o Gerardo Arteaga entre otros, dan el ancho para vestir permanentemente la verde.

En cuanto a todo lo demás, le dejo a usted esta declaración que hizo el mencionado Gabriel Caballero aquél 11 de diciembre de 2001 cuando obtuvo la nacionalidad mexicana:  “Lo que no quiero es que se tome a mal lo de la naturalización mexicana, por lo de la Selección; por ahora prefiero pensar en la final, en el partido de mañana (su Pachuca ganó a Tigres el Torneo de Invierno 2001), y después darle tiempo a lo que corresponda mi deber como mexicano, con todos los derechos y las responsabilidades a que ello corresponda, porque en este momento hablar de la Selección es muy apresurado, aunque la posibilidad es latente, no lo sé. Me gusta vivir el momento; día a día”.

Y si me lo permite, ahí le dejo esta otra mosca en la oreja. ¿Le parece que usted y yo nos leamos dentro de quince días?

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