La sorpresiva muerte de Horacio Pérez Negrón en los primeros días de octubre -su cuerpo fue encontrado en su domicilio, en la Colonia Héroes de Padierna, en Tlalpan-, es una enorme pérdida para el Sindicato de Trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo (Metro), del que fue Secretario General.
Y lo es porque se trataba de un dirigente -continuaba activo en la vida sindical- educado, conciliador. Buen amigo. En la etapa más difícil de su grupo, encabezado por Fernando Espino Arévalo, cuando perdieron las elecciones frente a Ariel Macías Valadez, fue fiel a sus posiciones.
Con un trato cordial, Lacho, como lo conocían sus amigos, fue fundamental para que en el segundo semestre de 1981, generaran las condiciones para ganar la mayoría de los delegados que llevaron a mantener, por espacio de un año a Mario Ramírez Vistrain al frente de la organización sindical en calidad de presidente del presidium. El Metro era dirigido por Guillermo Cosio Vidaurri, con el que mantenían un distanciamiento irreductible.
Junto con Héctor Manuel Zavala Bucio -ex secretario general también y ganador de un concurso literario del Metro- y el abogado José Guerrero y Guerrero (q.e.p.d), fueron, en su momento fundamentales para que Espino Arévalo lograra consolidar un cacicazgo que se acerca ya a las cuatro décadas, luego que, al terminar su gestión de tres años -electo en 1978-, su grupo perdiera las elecciones frente a Macías Valadez.
Luego serían también secretarios generales Everardo Bustos -presidente del comité de vigilancia ahora y cuñado de Espino- y José de Jesús Pérez Negrón -hermano de Horacio y actual secretario de recursos financieros-, y al que se sumó Ismael González. El sindicato pasó de tener un carácter local para convertirse en nacional, lo cual generó condiciones para la consolidación del cacicazgo.
Confrontado con Andrés Manuel López Obrador cuando era jefe de gobierno de la ciudad, Espino Arévalo sorprendió, en la campaña electoral por la gubernatura del Estado de México, al sumarse a la candidata de Morena, Delfina Gómez, en una decisión que le permite llegar al cambio en la Presidencia de la República sin riesgos de persecución.
En 1991, Espino concretó uno de sus más caros sueños: ser diputado federal, con el apoyo fundamental de Marcelo Ebrard, entonces presidente del PRI en el Distrito Federal, no sin antes enfrentar un trago amargo en el Colegio Electoral frente a severas críticas de la izquierda. Tres años más tarde, Horacio sería diputado federal.
En 2001, el sindicato del metro se sumó a una corriente encabezada por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) para crear la ahora moribunda Federación Democrática de Sindicatos de Servidores Públicos (FEDESSP), de la que se separó a finales de la década pasada por diferencias irreconciliables.
Espino no logró hacer realidad otra de sus grandes aspiraciones en el sindicalismo: lograr la secretaría general de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado FSTSE), factor que, junto con la cercanía con Ebrard -con una estrecha relación con la maestra Elba Esther Gordillo, fundamental para que, en abril de 1989, de la mano de Manuel Camacho Solís llegara a la secretaría general del SNTE-, fuese la causa de su adhesión a la nueva federación.
Durante todos esos años, Horacio Pérez Negrón mantuvo una posición inalterable, cercana siempre a su sindicato del Metro, el que en los últimos años de su vida le permitió encontrar el refugio necesario para superar golpes de la vida que cimbran al más fuerte de los hombres.
La última vez que coincidí con él fue circunstancial en un centro comercial al sur de la ciudad. Nos dimos un fuerte abrazo, consciente como estaba del primer golpe que la vida le había dado. Fue un reencuentro y la despedida a la vez, pese a que algunos meses después hablamos por teléfono. Nunca cambió su posición, pese al distanciamiento definitivo que en 1995 tuve con Espino.
La ausencia de Horacio deja un vacío permanente en el sindicato del Metro. Personalmente lamentó su partida, aun cuando estoy cierto que donde esté, será mejor de lo que fueron sus últimos meses. Descanse en paz.
Como colofón: los trabajadores al servicio del estado recibirán, a más tardar el próximo 15 de noviembre, el aguinaldo completo -el equivalente a 40 días de salario-; en los siguientes días un bono sexenal, y en los primeros días de diciembre los estímulos por fin de año, una vez que el presidente de la FSTSE, Joel Ayala Almeida termine las negociaciones con la Secretaria de Hacienda y Crédito Público para este último rubro.
Frente a los excesos que el gobierno entrante comete en una malentendida austeridad -parece una competencia por ver quién es el más recortes presupuestales hace-, que se ha traducido ya en jubilaciones anticipadas en el Banco de México y en la indemnización por más de lo que se pretende ahorrar en el Senado de la República, los estímulos de fin de año de los trabajadores del estado son una conquista invaluable lograda por Ayala Almeida en el año 2000.
El pago del aguinaldo se hará en una sola exhibición, de acuerdo con la SHCP, en un cambio importante de lo que era la tradición, ya que hasta el año pasado se hizo en dos exhibiciones: la primera parte a más tardar el 20 de diciembre, y la segunda en los primeros días de diciembre.