El pasado proceso electoral presidencial marco tantos parte aguas que su análisis y, sobre todo la reflexión sobre las consecuencias del mismo, necesariamente debe continuar y extenderse, buscando abarcar las múltiples facetas que presenta.
Destaca sí, indudablemente, el arrollador triunfo en los comicios presidenciales del caudillo del movimiento político y social que es MORENA, Andrés Manuel López Obrador, pero más allá de ello, son de resaltar los triunfos que, arropado en su cauda de líder consiguió su partido, tanto en ambas Cámaras, como a nivel local.
El triunfo del nacido en Macuspana fue avasallador, cruzando de manera victoriosa regiones del país, grupos de edad, niveles socio económicos.
Ganó la elección presidencial en 31 de las 32 Entidades Federativas.
Sí, López Obrador ganó prácticamente todo. Desde el PRI de los sesentas y setentas, no había existido un partido en el poder tan hegemónico.
Pero ganándolo todo, el ahora presidente electo perdió, sin embargo y paradójicamente, algo vital: La capacidad de poner excusas.
Ahora no podrá decir que la “Mafia del Poder” lo bloquea, que los esquemas institucionales y privados de los medios de comunicación tienen un “complot” en su contra. … Él, como figura política, pasó de ser el permanente opositor del sistema, a encarnar ahora el sistema, un nuevo sistema político, sin prácticamente oposición o contrapeso real alguno.
Ese poder virtualmente omnímodo me lleva a recordar las palabras de don Luis H. Álvarez, en una plenaria del PAN inmediatamente después del triunfo electoral de Fox para la Presidencia de la República: “Señores, —les dijo—, durante el tiempo que fuimos oposición, no nos derrotó la derrota, ahora, como partido en el poder, no dejemos que nos derrote la victoria”. Sabias palabras, que como nunca, aplican para la siguiente administración.
Porque, también como nunca, el candidato triunfante es prisionero de sus palabras y de las enormes expectativas que ha engendrado en una sociedad frustrada e iracunda que a partir del primero de diciembre exigirá respuestas y soluciones.
El primero de Julio pasado dejó indiscutibles vencedores y perdedores en la arena política, pero también generó, nadie puede negarlo, un monumental triunfo democrático, ciudadano, de todos nosotros como mexicanos.
Por ello, creo que toda la sociedad mexicana en su conjunto, empresarios, trabajadores asalariados, estudiantes, académicos, todos, debemos reconocer sin mezquindad, independientemente del bando político en el que hayamos estado, la victoria, no de un candidato, sino de la democracia y con generosidad y grandeza de miras sumarnos a este nuevo proyecto de país.
Debemos aprender a concertar y a conciliar como sindicato japonés.
¿Cómo es esto?
Supongamos que el sindicato de la empresa automotriz HONDA tiene una revisión salarial en puerta.
Al empezar las negociaciones, el líder del sindicato pide ver al presidente de la empresa, para entregarle un pliego, no petitorio, como pensaríamos con el modelo de negociación mexicano, sino de ofrecimientos por parte del sindicato a la empresa!
Bajo este orden de ideas, entre otras cosas, el pliego contiene la promesa de los sindicalizados de incrementar la productividad de la empresa, en reducir el ausentismo laboral, e incluso incrementar las acciones de capacitación sindical en beneficio de HONDA.
Una vez que el líder sindical entrega ceremoniosa y respetuosamente el pliego, se inclina mas aún y con voz cordial, pero firme, le dice al Presidente de la Empresa:
“Esto es lo que nosotros como sindicato le ofrecemos en beneficio de la empresa; ahora, ¿qué nos ofrece la empresa a nosotros?”
Creo con total convicción que estos nuevos tiempos políticos nos ofrecen la extraordinaria posibilidad de reflexionar, con el espíritu del sindicalismo japonés, de manera individual y colectivamente y en el ámbito de nuestro diario ser y hacer y preguntarnos: ¿qué puedo yo ofrecer a mi país; qué puedo yo, antes de pedir, dar para hacer un México mejor?
Y llegar este primero de diciembre, con esa nueva visión, a la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador con esa disposición sí, valida, legitima y necesaria de exigir, de demandar de pedir.
Pero también y antes de ello, de dar, de entregar lo mejor nuestro.
Las palabras de pronunciadas por John F. Kennedy el 20 de Enero de 1961, en su discurso inaugural, cobran gran vigencia aquí y ahora en la nueva realidad política de nuestro México: “Así pues, compatriotas: pregúntense, no que puede hacer su país por ustedes, sino que pueden hacer ustedes por su país.”
Concertemos, pues, como sindicato Japonés…