Cuando más confiado se sentía por la posibilidad de obtener una curul en el primer Congreso Local de la Ciudad de México, a fin de obtener el fuero necesario que lo protegiera de posibles venganzas políticas, Juan Ayala se llevó un golpazo.
El líder del Sindicato Único de Trabajadores de la Ciudad de México utilizó a la organización gremial para fines personales, pues puso a disposición del PRD a los trabajadores de la capital sin siquiera consultarles si estaba de acuerdo.
Desde hace varios meses se afilió al sol azteca, se entregó al Gobierno de Miguel Ángel Mancera y uso la fuerza sindical para que su partido lo hiciera candidato a diputado local, para lo cual no reparó en usar los recursos de los trabajadores.
Su primer intento vino en 2015, cuando el entonces líder de la Asamblea Legislativa del DF le heredó el Distrito 16 de Iztacalco para que hiciera campaña y obtuviera la tan ansiada curul.
Dicen que Ayala se negó a aceptar la guía del equipo de la entonces delegada Elizabeth Mateos; dijo que él podía solo, pues se trataba de un distrito pequeño y lo que le sobraba era fuerza electoral.
Así se hizo y fue derrotado, quedando al margen de la Legislatura que está por concluir.
Como consuelo, al año siguiente el PRD le regaló un lugar como diputado constituyente, para que fuera uno de los cien personajes que se encargarían de redactar la Constitución Política de la CDMX.
Sin pena ni gloría concluyó su participación en ese órgano, que sesionó solamente cinco meses, y después insistió en ser diputado local, para lo cual buscó un distrito seguro de alcanzar; le dieron el uno de Gustavo A. Madero, ganado históricamente por el sol azteca.
Con esa seguridad arreció sus ataques a Morena y sus delegados en la capital, incluyendo a la tlalpense Claudia Sheinbaum. Confiaba ciegamente en que para el próximo septiembre estaría rindiendo protesta en Donceles.
El fuero que obtendría lo protegería de posibles venganzas del nuevo Gobierno en caso de que Morena llegara.
Además había adelantado su reelección al frente del Sindicato para extender su mandato por otro periodo después de julio de 2019. Juan tenía todo preparado pero le cayó un tsunami de votos en contra, como a todos los frentistas.
Morena arrasó la capital al grado de no permitir al PRD ganar un solo distrito en la capital, por lo que se quedó sin fuero y muy comprometido antes las nuevas autoridades que, para su desgracia, son de Morena y le traen ganas.
Lo que Ayala quizá ignore es que sus principales enemigos los tuvo en casa, pues dirigentes sindicales de la disidencia se trasladaron hasta el Distrito Uno de la GAM para operar personalmente la contra a su candidatura.
Esa contra-campaña y el arrastre de Andrés Manuel López Obrador lo pusieron contra la pared y, además del próximo Gobierno de la CDMX, sus enemigos al interior del gremio sindical ya le están tendiendo la cama para cobrarle todas las que debe.
Envalentonados por los resultados electorales, los contras del líder sindical han advertido que van por él y, para empezar, iniciarían un litigio para echar abajo su reelección anticipada, pues está llena de irregularidades que lo harían perder.
Pero no sólo perdería la dirección del Sindicato, sino que enfrentaría incluso posibles acusaciones penales por presuntos malos manejos de las millonarias cuotas sindicales, cuyo destino no es suficientemente claro.
Y aquí es donde aparece otro personaje oscuro del Gobierno, que hace algunos años se distinguió por ser un ferviente seguidor de René Bejarano, al que se entregó incluso cuando el de las ligas pisó nueve meses el Reclusorio Sur.
Luego de traicionar al profesor para plegarse a la administración de Mancera, Miguel Ángel Vásquez fue promovido a subsecretario de Administración y Capital Humano de la Secretaría de Finanzas del Gobierno de la Ciudad de México, donde llegó a manejar ocho mil millones de pesos.
Hay muchos hilos que conducen a una relación más allá de lo institucional entre el hoy coordinador del Gabinete de José Ramón Amieva y el propio Ayala, y que ante tantos enemigos que han sembrado en el camino podrían llevarse una desagradable sorpresa.
Entre los trabajadores hay un ánimo de venganza, pues ejemplos de maltrato hacia los sindicalizados sobran. También de engaños con supuestas bases, en confabulación con el gobierno de Mancera, que jamás fueron entregadas.
Un tema del que todo mundo habla es de los presuntos negocios que Ayala hizo con los uniformes que cada año el Gobierno debe entregar a sus trabajadores, y que por disposición de Vásquez los millonarios recursos fueron entregados al Sindicato.
Como el gobierno no puede mandar a hacer esas prendas sin que los contratos sean licitados, optó por entregarle los recursos a la agrupación sindical para que ellos mismo hagan los pedidos y los contratos.
El Sindicato no tiene obligación de licitar los contratos, por lo cual puede elegir libremente a sus proveedores sin da cuenta a nadie. Es más, sin ni siquiera firmar contratos, sino hacer acuerdos solamente de palabra.
Es decir, en estos momentos ni siquiera se sabe con exactitud el costo de esos uniformes, que se mandan a hacer en maquilas ubicadas en territorios poblanos.
También se repartieron varios millones de pesos para festejos, rifas y regalos, que aunque se podrían justificar, hay más de un testigo que, si se les aprieta un poco, podrían despepitar todo lo que sabe.
Incluso el propio Miguel Ángel Vásquez podría hablar en un intento por salvar su cabeza, entregando la del dirigente.
La situación de Ayala no es nada fácil y seguramente sus detractores le buscarán hasta debajo de las piedras para ofrecer su cabeza como símbolo de la tan cantada lucha contra la corrupción del gobierno que llega.
Claro, primero le tendrían que probar esos manejos… u obligarlo a delatar a sus socios a cambio de que lo perdonen.