María Rojo uno de los pocos íconos del cine mexicano: sus películas “El apando”, “Rojo amanecer” y “El callejón de los milagros” para citar sólo a tres imperdibles de la filmografía nacional, es una política de izquierda por herencia materna, con cercanías insalvables con el sindicalismo: su mamá fue una ferviente seguidora de Othón Salazar, el mítico disidente magisterial e, ironías de la vida, interpretó a Elba Esther Gordillo en “La boda de Valentina”.
Fue parte importante del Sindicato de Actores Independientes (SAI), un movimiento que a fines de la década de los setenta (1977) sacudió las viejas estructuras corrompidas de la Asociación Nacional de Actores (ANDA), y que a ella le representó cuatro años sin trabajar, se define, por convicción, obradorista e izquierdista por influencia materna.
Candidata por Morena a alcaldesa en Coyoacán, de la que fue delegada entre 2000 y 2003, posición desde la que regeneró Avenida División del Norte que cada año en temporada de lluvias se inundaba, e impulsó la creación del FUCAM para atender el cáncer femenino, recuerda que el profesor Salazar -dirigente del Movimiento Revolucionario del Magisterio, MRM-, desayunaba, comía y cenaba en su casa, porque su mamá, directora de primaria, era una de sus fieles seguidoras.
Fue su madre pilar fundamental en su vida: antes de comer les leía a ella y a su hermana —atacada por la poliomielitis, enfermedad que provocó la huida de su padre— los encabezados de los periódicos. Las llevaba a las manifestaciones, en la época en la que “corríamos de los gases lacrimógenos”
La biografía de María Rojo, la actriz, la política, la mujer con capacidad para desnudar su alma y que al sacar los recuerdos del baúl de su vida cautiva por la alegría con la que los comparte, se remonta a los seis años de edad cuando, incapaz de asimilar las enseñanzas de la escuela agobiada por la dislexia, sorprendió quedándose con el papel de “Chiquirritica” del Programa Teatro Fantástico.
Reconocida con cinco premios Ariel —María Félix y Dolores del Río lograron tres— y más de 700 premios, estudió en la Universidad Veracruzana y tiene, entre sus presunciones, la dedicatoria de un libro del único premio Nobel mexicano de literatura, Octavio Paz: “Los disidentes son el orgullo y la nobleza”. Y remacha: era ella la abajo firmante de la izquierda, porque “he sido disidente siempre”.
En 1997, en las elecciones cuyos resultados fueron un parte aguas en la vida política del país y especialmente de la Ciudad, fue la última de la lista en asumir como diputada federal, tras ser convencida por Amalia García y Andrés Manuel López Obrador, dirigentes entrante y saliente del PRD. Presidió la Comisión de Cultura, desde la que impulsó una ley cinematográfica, distinta a la que se pretendía desde esferas oficiales.
Y adelanta: de ganar la alcaldía, va a impulsar una escuela de cine en Coyoacán, convencida que de esa manera se rescata a los jóvenes de las malas influencias y de los vicios.
En la política, ha sido también diputada local y senadora. En las elecciones de 2015, pese a haber ganado la encuesta por la candidatura del PRD a la Delegación Cuauhtémoc, no se le postuló, por lo que abandonó su militancia en ese partido.
En Coyoacán, enfrenta al cacicazgo de Mauricio Toledo, al que no duda en llamar “gánster”. Prueba de lo que en este proceso ha tenido que enfrentar, fueron los tiros al aire que un sujeto disparo la noche del 25 de abril. La intención era amedrentar.
Coyoacán es una tragedia, dice respecto al cacicazgo que Toledo ejerce, cobijado por Miguel Ángel Mancera y Héctor Serrano —ex jefe de gobierno y ex secretario de gobierno—. En la Villa Panamericana, en los últimos días de mayo, se les mojaron útiles acolares por 350 mil pesos que repartirían para comprar el voto.
Apenas en febrero pasado se estrenó “La boda de Valentina”, en la que interpretó a Elba Esther Gordillo encarcelada, de la que, reconoce, tiene un lado rescatable, como haber tenido la capacidad a para donarle un riñón a su ex marido —una de las afecciones que enfrenta en su arresto domiciliario es de tipo renal—.
María Rojo asegura no tener miedo a lo que se enfrenta por la alcaldía de Coyoacán.
“A estas alturas de la vida…”, dice mientras esboza su sonrisa característica y, actriz desde el principio y hasta el final, atiende las sugerencias del fotógrafo: una gráfica vale más que mil palabras, como las de sus más de ochenta películas: Naufragio -que le valió ganar en 1978 un Ariel como mejor actriz-, Lo que importa es vivir -en 1988 le valió su segundo Ariel-, Rojo amanecer -que en 1991 le dio su tercer Ariel-. La lista puede ser casi interminable e incluye Los cachorros y El Castillo de la pureza -1973-, El apando -1975-, La tarea y Danzón -1991-, El callejón de los milagros -1995-, De noche vienes, Esmeralda -1997-, para citar sólo algunas.