Lúgubre panorama el que antecede al primero de julio, día de las elecciones en todo el territorio nacional.
Para los novelistas de humor negro, la palabra macabro sería el término ideal para describir este “proceso democrático”.
El espectáculo, no podría ser más sombrío.
Esta jornada electoral de 2018, no acepta términos medios. Funesto para las familias de quienes han visto enlutados sus hogares, es el período que antecede a la fecha de cruzar una boleta electoral.
Las cifras de los crímenes están más cerca del centenar, que de cero. Números alimentados de cadáveres que se riegan en toda la República Mexicana.
Asesinados que pasan como un tema que se toma a la ligera, como si la pérdida de vidas fuera un asunto cualquiera.
Mientras tanto, las cataratas de verborrea inundan los escenarios de los medios informativos.
Personas que en el absurdo de la inteligencia, se desgarran las vestiduras por acuñarse frases lapidarias que no ofenden ni a los carentes de progenitora.
Candidatos que se ufanan de limpieza y transparencia, de honestidad y lucha contra la corrupción, mientras el proceso electoral se inunda de sangre que a ellos ni les inmuta.
Fijas posturas sobre pistas de aterrizaje, respecto a héroes históricos y mafias del poder (irreales, por supuesto), pero ninguno de ellos ha tomado la palabra para condenar los crímenes arteros de candidatos a cargos de elección popular.
Las cifras de las agresiones a políticos no estremecen a nadie, lo que les impacta son los porcentajes de las encuestas amañadas y pagadas a empresas que se frotan las manos mientras engordan los bolsillos.
Triste panorama y lamentable saber que durante 8 meses los asesinatos enmarcados directamente al proceso electoral en México, no merecen ninguna referencia de quienes buscan gobernar a los mexicanos.
Está claro que no es insensibilidad, sino estupidez de quienes abanderan causas mezquinas que les den popularidad sin importar la condición de quienes quedan en la orfandad, la viudez y la desgracia.
Tenebrosa realidad a la que nadie, de esos próceres que se desviven por acaparar las primeras planas, las pantallas o los espacios radiofónicos, le ha merecido el mínimo comentario.
Triste, pero la comunidad internacional está preocupada por la violencia electoral en México, mientras aquí se pelean con arsenales de saliva que podrían manchar cutis maquillados como sus propuestas.
Términos como sicarios, mafias del poder, delincuentes electorales, rufianes, enemigos de las libertades políticas.
Sandeces y payasadas frente la muerte y el terror que se vive en entidades como Veracruz, Oaxaca, Puebla, Guerrero, Estado de México, Tamaulipas Morelos, por citar algunas.
Habrá quienes consideren pesimista la descripción, pero bastaría una sola referencia, una sola puntualización que públicamente se haya hecho en la verborrea que escupen los candidatos presidenciales de todos los partidos políticos.
Una sola mención para saber que son solidarios con quienes han perdido a sus familiares por buscar ser presidentes municipales, regidores, diputados locales, diputados federales o lo que sea.
No se les quiere ver derramar lágrimas alimentadas por la farsa que llevan dentro y fuera. Tampoco recordarlos de hinojos o sufrir junto a plañideras pagadas con recursos que se alimentan con prerrogativas oficiales.
Muchos menos se pretende que porten ropajes ligados al luto, no. Simplemente escuchar que condenan, que exigen justicia para quienes han sido victimados en el entorno electoral.
Pero está visto que sería mucho pedir.
La sensibilidad no crece en matorrales, ni es acorde al bosque de sus ambiciones.
Las de 2018, son las elecciones más grandes de la historia del país, por los cargos públicos que están en disputa. Más de 3,400 puestos que están en juego.
Pero los actores políticos, representantes de burdas comedias en las que los libretos están basados en la ambición, no tienen tiempo ni argumentos y menos la voluntad de referirse a las ejecuciones.
La solución sería orar, rezar para que sean iluminados, pero se corre el riesgo de que las plegarias pudieran venir de Obispos que mantienen trato directo con los criminales.
Prelados a los que no se molesta ni con la hoja de un Código Penal.
El proceso electoral, que inició el 8 de septiembre de 2017, está teñido de sangre que alimenta la violencia en México. La cual, por cierto, no existe para la clase política. Al menos para la de la cúspide.