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Los departamentos de AMLO

Aunque Andrés Manuel López Obrador siempre ha dicho que él es capaz de cruzar el pantano sin mancharse una sola pluma, el priísta José Antonio Meade lo puso contra la pared al dar a conocer propiedades no manifestadas por el tabasqueño en su declaración patrimonial, lo cual lo deja como ante los mexicanos como un mentiroso.

La noche del domingo 22 de abril, durante el primer debate entre los cinco candidatos presidenciables, Meade  acusó a López Obrador de ser dueño de al menos tres departamentos en la CDXM, que no aparecían reportados en su 3de3. Eso enfureció al tabasqueño, quien aseguró que si el priísta se lo comprobaba, se los regalaba.

Ese asunto se convirtió en el tema de toda la semana siguiente, y se vio con claridad que López Obrador suele resentir los golpes que ponen en entredicho su supuesta honestidad, bandera con la que él se vende.

Para echarle sal a la herida, Meade presentó documentos del Registro Público de la Propiedad de la CDMX, donde dos departamentos en Copilco están a nombre de Andrés Manuel, y uno más que hasta octubre de 2016 estaba a nombre de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller.

Efectivamente, como aseguró el priísta, ninguno de ellos estaba reportado en la declaración patrimonial del candidato de Morena.

Por tal motivo Meade dio a conocer que tomaría la oferta del líder de Morena de aceptar los departamentos, pero no para él, sino que los donaría para damnificados por el sismo del 19 de septiembre.

Para justificar que esos bienes estuvieran a su nombre y no fueran reportados en su declaración patrimonial, López Obrador aseguró que la mitad de los derechos de los dos departamentos de Copilco son de sus hijos, y que en breve presentará las respectivas escrituras, porque según él “ese es un  asunto viejo”.

Pero mientras tanto, siguen registrados a su nombre en los archivos de la capital.

A lo mejor lo de las propiedades de Copilco sí es tema viejo, pero lo del departamento de su esposa es algo que a muchos despierta dudas, porque de repente fue vendido a Julio Scherer Ibarra, quien es casualmente coordinador territorial de Andrés Manuel en el sureste del país.

El hijo del fundador de Proceso, que también colaboró en la campaña presidencial del tabasqueño en 2012, es el mismo que fue grabado en una llamada donde solicitó dinero al presidente de Banca Afirme, Julio Villanueva, supuestamente para la campaña pejista.

Este es realmente lo interesante del tema, porque Scherer Ibarra es un empresario con muy mala  fama. Tanto que incluso no es bien recibido dentro del equipo de Claudia Sheinbaum, donde lo ven como alguien que privilegia los acuerdos comerciales antes que los políticos.

En el equipo de campaña de Morena temen que las autoridades enfoquen sus investigaciones hacia este personaje, muy cercano al candidato presidencial, y puedan encontrar alguna liga que le pueda manchar no una pluma, sino el plumaje completo al tabasqueño.

Lo del departamento que supuestamente Scherer Ibarra le compró a Gutiérrez Müller puede ser algo que crezca, ya que ni a los mismos morenos les parece lógico que un empleado del candidato presidencial sea el comprador de un bien que, por los demás, nunca había sido declarado.

Por ejemplo, aunque ya no esté a nombre de la esposa del líder de Morena, será necesario que la señora aclare cómo es que se hizo de un departamento en la Colonia Del Valle –que no es una zona barata, si no se tiene registro de que haya tenido ingresos por trabajo alguno.

Ni qué decir de su marido, quien jura y perjura que ni siquiera tarjeta de crédito tiene, lo cual lleva a pensar que si no tiene historial crediticio ni un trabajo estable, es obvio que no puede acceder a crédito hipotecario alguno.

O sea que ese departamento se tuvo que haber comprado en efectivo, que de algún lado tuvo que salir. Como dijera en propio Peje: ¿Quién pompó?

Fiel a su costumbre, el tabasqueño se limitó a negar toda acusación de corruptelas, “porque yo soy honesto”, y sin presentar prueba alguna cerró el tema con la cantaleta de siempre: “me pueden decir peje, pero no lagarto”.

En su equipo festinaron que ni ese ni no los otros temas de corrupción que le recordaron durante el debate le haya quitado ni una pluma a su gallo, pero lo que no alcanzan a ver es que si efectivamente el apoyo a López Obrador no cayó, fue porque su mensaje lo dirigió a su voto duro. Y ese sector no lo va a perder haga lo que haga.

Pero en el rango de los indecisos, que es muy alto, no cayeron nada bien sus actitudes déspotas o de abierta ignorancia, y quienes pensaban darle el beneficio de la duda confirmaron que ese no es el camino.

También en el norte del país, donde Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal le habían acercado simpatizantes que nunca había tenido, seguro tendrá una regresión, pues a los norteños no les gustan los tipos como Andrés Manuel, que no le entró al debate y mucho menos explicó algo de sus locas propuestas.

En las recientes encuestas aún no se ha reflejado a plenitud su caída, pues los indecisos están esperando a ver quién se posesiona como el mejor segundo lugar que le puede ganar al tabasqueño, para darle su voto útil.

Y como la cantidad de los que aún no saben por quién votar es muy alto, en una de esas pueden influir para voltear los números de las encuestas y hacer caer al puntero, tal y como ocurrió en 2006.

En Morena deben sacar el ábaco y tomar en cuenta que con su voto duro no les alcanza para ganar la Presidencia de la República… y en una de esas tampoco para hacerse de la CDMX, donde más de un moreno ya se puso nervioso.

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