Como si fuera subasta de feria, los tres candidatos principales a la Jefatura de Gobierno de la CDXM ofrecen becas, programas y promesas de jugosos contratos a los sindicatos con tal de agenciarse votos y ganar las elecciones del próximo 1 de julio.
Alejandra Barrales prometió a los trabajadores sindicalizados de la CDMX el mejor contrato colectivo que hayan tenido jamás en la historia, si la ayudan a llegar a la silla que dejó vacante Miguel Ángel Mancera.
Los invitó a ser sus promotores y activistas, sin contar que ofreció una ayuda de 2 mil 500 pesos mensuales a cada jefa de familia, para que se ayuden con los gastos de la casa.
Suena bien.
Claudia Sheinbaum ofreció consolidar los programas sociales e incrementarlos, sobre todo el de adultos mayores, que insiste en recordar como una aportación de Andrés Manuel López Obrador.
También dijo que construirá universidades y escuelas de nivel medio para que ningún joven se quede sin escuela.
También suena bien.
Mikel Arriola, por su parte, se fue más arriba y ofreció apoyar con tres mil 500 pesos a los jóvenes que busquen estudiar o emprender alguna actividad productiva, pues la juventud merece oportunidad de progresar.
Suena mejor.
¿Pero acaso alguno de los tres puso alguna condición a cambio del apoyo que brindarían sus gobierno?
Claro que no, todo es gratis y eso le gusta a la gente. Al menos a la que no trabaja ni estudia, porque sabe que su voto tiene un precio: recibir dinero fácil sin hacer el menor esfuerzo.
Las ofertas suenan bien, sobre todo en estos tiempos tan difíciles en los que si algo hace falta es dinero y apoyos para salir adelante. Pero lo que nadie se detiene a pensar es si se está haciendo lo correcto.
El Estado tiene que ser solidario y ayudar a los más necesitados, eso que ni qué. El problema es que se ofrecen recursos públicos a cambio de nada… bueno, a cambio de los votos.
Quien recibe el dinero no asume ninguna obligación con la sociedad, pues los recursos son regalados y van a cuenta de deuda para los ciudadanos que sí pagan sus impuestos y tienen que esforzarse cada vez más para ganar el sustento.
Está claro que a quienes no les cuestan las cosas no las valoran ni hacen nada por salir adelante.
Un ejemplo son los habitantes de las zonas favorecidos con recursos como agua, tierra fértil, litorales y clima, donde con sólo estirar la mano alcanzan una fruta que ni siquiera tuvieron que sembrar, o donde lanzan una caña atrapan un pez.
En cambio en los territorios áridos y poco fértiles, donde para comer hay que trabajar el doble, se acostumbran al esfuerzo y vencen a la adversidad.
A estas alturas la cultura del menor esfuerzo no funciona y sólo trae problemas y más miseria, pues los recursos del gobierno no son eternos y sus políticas se convierten en un boomerang que acaba por empeorar las cosas.
Lo fácil para los candidatos es ofrecer dinero que no es suyo, porque no se atreven a condicionar los apoyos a cambio del cumplimiento de metas.
¿Quieres estudiar?, yo te ayudo con una beca completa en la mejor escuela, pero contra calificaciones y aprovechamiento.
¿Quieres pone un negocio?, yo te ayudo con financiamiento y capacitación pero me lo vas a ir pagando a plazos accesibles.
¿Quieres que te dé 2 mil 500 pesos mensuales?, pero tú te vas a encargar de que tu calle esté limpia.
Esos serían incentivos, no regalos que lo único que fomentan son la holgazanería. Y es que nadie quiere esforzarse demasiado para recibir unos pesos mensuales nada más por ser pobre.
Los candidatos debieran ser más atrevidos y quizá hasta les iría mejor.
¿Qué pasaría si quien aspira a ser gobierno advirtiera que en su administración no mantendrá vagos. Que no dará un solo centavo a nadie que no se lo gane y que quien quiera estudiar debe trabajar o entregar buenas calificaciones?
Que quien no pague sus servicios no tendrá derecho a ellos y que, lejos de contratar más burocracia buscará adelgazar la nómina sindical para sanear las finanzas de la CDMX.
Seguro estaría pensando que nadie lo apoyaría en las urnas, aunque se podrían llevar una sorpresa, pues los capitalinos son una especie rara. Son bravucones, irreverentes y desafiantes, pero siempre buscan a alguien que los regañe y les diga qué hacer.
La idiosincrasia chilanga marca que el pueblo siempre necesitó de un emperador que les dijera qué hacer y que los castigara. La población necesita a alguien de carácter recio que ponga orden no que regale dinero.
Porque alguien con esos tres perfiles no serán respetados ni por la comunidad, ni por los trabajadores ni por el crimen organizado.
Qué fácil entrar a una competencia por ver quién es el que regala más dinero, no el que puede hacer mejor las cosas. Pero eso le gusta a la gente y por ello los gobernantes luego salen unas fichitas.
Si los votante se van por quien ofrezca más dinero, no un mejor gobierno, que luego no se quejen de las autoridades que tienen.